
Así pues, mientras la vida de los artistas se caracteriza por ser representada mediante la agitación, de tal manera que puede instaurarse fácilmente el mito romántico del artista como genio incomprendido que elabora su obra a partir de oscuros procesos de autodestruccion, la vida metódica y ordenada de los filósofos, que construyen un sistema que les permita comprender el mundo, no resulta demasiado complaciente para realizar espectaculares pruducciones cinematograficas.
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